martes, 26 de agosto de 2008

LA REFORMA RELIGIOSA

Durante el siglo XVI, varios religiosos, pensadores y políticos intentaron provocar un cambio profundo y generalizado en los usos y costumbres de la Iglesia Católica en la Europa Occidental, especialmente con respecto a las pretensiones papales de dominio sobre toda la cristiandad. A este movimiento religioso se le llamará posteriormente Reforma Protestante, por ser un intento de reformar la Iglesia Cristiana buscando la revitalización del cristianismo primitivo y que fue apoyado políticamente por un importante grupo de príncipes y monarcas que "protestaron" contra una decisión de su emperador. Este movimiento hundía sus raíces en elementos de la tradición católica medieval, como el movimiento de la Devoción moderna en Alemania y los Países Bajos, que era una piedad laica antieclesiástica y centrada en Cristo. Además, la segunda generación del humanismo la siguió en gran medida. Comenzó con la predicación del sacerdote católico agustino Martín Lutero, que revisó las doctrinas medievales según el criterio de su conformidad a las Sagradas Escrituras. En particular, rechazó el complejo sistema sacramental de la Iglesia Católica medieval, que permitía y justificaba exageraciones como la "venta de indulgencias", según Lutero, un verdadero secuestro del Evangelio, el cual debía ser predicado libremente, y no vendido.

La Reforma Protestante dependió del apoyo de algunas autoridades civiles para poder reformar iglesias cristianas de ámbito estatal (posteriormente iglesias nacionales). Los grandes exponentes de la Reforma Protestante fueron Martín Lutero y Juan Calvino.

El Protestantismo ha llegado a constituir la tercera gran rama del cristianismo, con un grupo de fieles que actualmente supera los quinientos millones y que se expande rápidamente en América Latina, Asia y África.

Inicios de la Reforma Protestante


Mapa del Imperio con la división en circunscripciones de 1512En el siglo XVI se produjo una gran crisis en la Iglesia Católica en Europa Occidental debido a los numerosos problemas de corrupción eclesiástica y falta de piedad religiosa. La gota que derramó el vaso fue la venta de indulgencias para financiar la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma, que provocó finalmente que la cristiandad occidental se dividiese en dos, una liderada por la Iglesia Católica Romana, que tras el Concilio de Trento se reivindicó a sí misma como la única heredera válida de la cristiandad occidental expulsando cualquier disidencia y sujetándose por completo al dominio del Papa, y otra mitad que fundó varias comunidades eclesiales propias, generalmente de carácter nacional para, en su mayoría, rechazar la herencia cristiana medieval y buscar la restauración de un cristianismo primitivo idealizado. Esto dio lugar a que Europa quedara dividida entre una serie de países que reconocían al Papa, como supremo y único jefe de la Iglesia Católica, y los países que rechazaban las pretensiones de Roma y que recibieron el nombre de protestantes. Dicha división provocó una serie de guerras religiosas en Europa.

La Reforma Protestante se inició en Alemania y se explica en gran parte por las condiciones económicas y sociales que tenía el Sacro Imperio Romano Germánico. Numerosas ciudades eran muy ricas gracias al comercio, además los burgueses eran partidarios del humanismo y de reformar la corrupción de la Iglesia Católica. Pero el grupo más importante en Alemania era la alta nobleza; los grandes nobles eran casi independientes y señores de numerosas tierras y vasallos campesinos, siempre estaban conspirando contra la autoridad del emperador germánico, que apenas tenía poder sobre ellos. Pero junto a la alta nobleza existía una pequeña nobleza formada por los nobles más pobres y los segundones de las grandes casas nobiliarias. A principios del siglo XVI, esta pequeña nobleza estaba completamente arruinada y para recuperar sus ingresos, los pequeños nobles buscaban una oportunidad para apoderarse de los bienes y las improductivas tierras de la Iglesia Católica. La pequeña nobleza aprovechó las ideas de los humanistas, que criticaban las excesivas riquezas, pompas y boatos de la Iglesia Católica, para proclamar que ella no tenía necesidad de propiedades e intentar quedarse con sus cuantiosas riquezas. Por esta razón, la pequeña nobleza será la primera en apoyar y aprovechar las convulsiones reformadoras. Además existía la figura del Emperador del Sacro Imperio, uno de los poderes universales forjados en mutua competencia durante la Edad Media (el otro era el Papa), cuyo poder efectivo dependía de su capacidad de hacerse obedecer en cada uno de los territorios, prácticamente independientes, y antes de eso de ser elegido por los príncipes electores, unos laicos y otros eclesiásticos. También disponía de unas funciones de dimensión religiosa indudable, que le permitía incluso convocar Dietas con contenido organizativo e incluso doctrinal, como Carlos V hizo de hecho durante todo el proceso de la Reforma Protestante. Para algunos autores, la postura recelosa de los pueblos germánicos desde la alta Edad Media (Concilio de Frankfurt, 794, frente al Concilio de Nicea II, 787) se había expresado también en esas luchas entre pontificado e imperio,[1] de una forma incluso protonacionalista, en la que Roma era vista como


No hay comentarios: